Este proyecto busca caracterizar las expresiones que hacen evidente la contradicción entre lo abierto y lo cerrado, de este modo, se platea hacia el poniente una fachada completamente expuesta donde la vida se muestra, los actos conforman la fachada de la casa haciendo parecer un juego lo que en verdad es rutina, prender, apagar, levantar y correr verbalizan la fachada que se construye de eventos temporales.

La fachada de acceso hacia el oriente es dura, ahora la vida y el tiempo se perciben desde el material, un material que muestra su vejes sin tratamiento para ocultarla.

Un entablado de Raulí proveniente de antiguas barricas de vino supone el contenido material del proyecto, este es utilizado en todas sus formas posibles, pisos, puertas, marcos, celosías y revestimientos exteriores que al experimentarlos desde el tacto, olfato y vista evidencian su antigüedad.

La persistencia de un buen material de 100 años de antigüedad permite en este caso la realización de algo contemporáneo.